La vida es como un camino, largo o corto, pero con una meta final. Una meta a la que todos queremos llegar. Para muchos esa meta es la felicidad. Estamos aquí para ser felices, para disfrutar la vida, disfrutar cada segundo. Aquí no se viene a sufrir.Para llegar a esa meta hay que hacer un gran esfuerzo, que al final sepamos que nos la hemos ganado.
Me parece que esa metáfora explica muy bien qué es la vida. Desde que nacemos hasta que envejecemos recorremos una senda, una senda del tiempo (por así decirlo) en la que hay de todo: cruces, paradas, acelerones, desviaciones... cuando tenemos que elegir entre un camino u otro, y nos cuesta, o cuando tenemos que decidir si dejar un asunto o seguir para adelante. Y cuando anochece en nuestra senda, seguro que encontramos farolas (familia, amigos...) que nos alumbran el camino.
Me parece que esa metáfora explica muy bien qué es la vida. Desde que nacemos hasta que envejecemos recorremos una senda, una senda del tiempo (por así decirlo) en la que hay de todo: cruces, paradas, acelerones, desviaciones... cuando tenemos que elegir entre un camino u otro, y nos cuesta, o cuando tenemos que decidir si dejar un asunto o seguir para adelante. Y cuando anochece en nuestra senda, seguro que encontramos farolas (familia, amigos...) que nos alumbran el camino.
La vida nos espera muchas cosas. Nadie sabe qué. Si serán buenas o malas. Hay luces y sombras. Cosas que nos decepcionan y otras que nos alegran la vida. Cosas que nos proporcionan alegría, como puede ser el amor o la amistad, que serían las luces de la vida; frente a las sombras, como el rencor, la ira o, incluso, la apatía.